Es natural diseñar soluciones completas y sistemáticas para controlar procesos, equipos, objetivos, etc. Nos dan seguridad porque gracias a ellos tenemos la sensación de que tendremos acotados los riesgos, prevendremos desviaciones y podremos rendir cuentas fácilmente. El problema surge cuando estas estructuras no están dimensionadas para el objetivo por el que se han creado y se convierten en soluciones pesadas que devoran nuestro tiempo y dedicación y requieren más esfuerzo que el que suponía el objetivo inicial. Algo similar ocurre en las estructuras organizativas que a menudo nacen ágiles, pero que por el propio diseño, los marcos y normas establecidas limitan su propio desarrollo.
No hagamos nada, pues, que pueda ser devorado por la propia estructura.