El objetivo del sistema educativo es el de formar a los estudiantes para el futuro. Partiendo de esta premisa, nos preguntamos: ¿para qué futuro? Nos encontramos en un momento de cambios acelerados. Globalización, digitalización, robotización y un sinfín de avances tecnológicos más. Vivimos en un mundo tan cambiante que incluso desconocemos cuáles serán las profesiones y necesidades del futuro.

El sociólogo Zygmunt Bauman en su libro Los retos de la educación en la modernidad líquida señala: “El cambio actual no es como los cambios del pasado. En ningún otro punto de inflexión de la historia humana los educadores debieron afrontar un desafío estrictamente comparable con el que nos presenta la divisoria de aguas contemporánea. Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo”.

El reto es inmenso. Las nuevas tendencias en educación apuntan hacia un cambio de actitud. No basta con saber, también hay que saber hacer. No basta con el conocimiento, también hay que actuar. Para ello hay que enseñar a desarrollar nuevas y mejores capacidades: el pensamiento crítico, la capacidad de análisis, la resolución de retos complejos, el trabajo en equipo… ¿Cómo enseñamos la creatividad? ¿Cómo enseñamos a comprender?

En la Sociedad del Conocimiento o Líquida, del siglo XXI, la misión de las instituciones educativas se transforma con el fin de formar profesionales con conocimientos y competencias interdisciplinares que les permitan desarrollar habilidades singulares y la aptitud necesaria para encontrar las soluciones a los problemas del futuro y, a la vez, sentirse la mejor versión de uno mismo.

Sin duda, el debate educativo requiere inevitablemente una profunda reflexión. En esta edición del Quorum, abrimos el debate sobre los retos y desafíos de la educación contemporánea.