14 Globalización

20.06.2018

La globalización, un reto inevitable

Albert Sagués

El hecho de que hoy en día vivimos en un mundo globalizado es evidente para todos los que vivimos en sociedad, si bien es cierto que quizás existen tribus en el Amazonas que viven completamente alienadas de lo que sucede en el mundo, esquimales que continúan con su estilo de vida en Groenlandia e incluso tribus africanas en lugares remotos que desconocen la existencia de internet, las redes sociales o las multinacionales. Sin embargo, hasta estos colectivos empiezan a entender que viven en un mundo globalizado, sobre todo cuando los forasteros talan árboles de los bosques tropicales para conseguir madera o hacer sitio a nuevas plantaciones, cuando experimentan el derretimiento de los polos, la desaparición de los osos polares y les hablan del calentamiento global o cuando sufren los efectos de las sequías año tras año por culpa del cambio climático asociado a una insensata globalización. Sin ninguna duda, la globalización afecta a todos, por lo que debemos afrontarla y adaptarnos a ella lo más rápidamente posible antes de padecer nuestra extinción como si de dinosaurios se tratase.

El principal problema que cabe resolver, a nivel individual, a nivel social, a nivel estatal, a nivel colectivo, es el hecho de que vivimos en un mundo globalizado, pero nosotros, como simples ciudadanos, seguimos pensando a escala local.

Ojo, con esto no quiero decir que las soluciones no deban ser locales; de hecho, probablemente deban serlo. Me refiero a que tenemos que levantar la cabeza y mirar más allá de nuestro entorno cercano a la hora de plantear qué podemos hacer localmente para afrontar este gran reto global.

Mi actividad profesional es un buen ejemplo, como lo son igualmente muchas otras. Me dedico a la fiscalidad y, tal como he dicho, me parece una buena muestra. Los impuestos se aplican según los criterios que establecen los países y, en algunos casos, las regiones. Es decir, son herramientas locales. Estos impuestos recaen sobre empresas que han entendido perfectamente lo que significa la globalización y, por tanto, buscan maneras de constituirse en países y territorios para pagar el menor número de impuestos posible. Las empresas buscan lucrarse y pagar pocos impuestos es una buena forma de aumentar los beneficios.

A pesar de que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) activó hace varios años el ambicioso proyecto BEPS (‘Base Erosion and Profit Shifting’) como toma de conciencia respecto a la deslocalización de los beneficios empresariales, con el objetivo de consensuar con los países miembros medidas coordinadas y globalizadas para que las grandes multinacionales tributen en el lugar donde realmente generan sus beneficios,

debemos reconocer que llegar a un acuerdo entre los distintos países es una tarea complicada. Los países actúan en defensa de sus intereses locales y particulares, mientras que, en un mundo globalizado, los grandes grupos empresariales ja no son ni siquiera multinacionales (presentes en muchos países), sino que actualmente son transnacionales (superan el concepto de país), sobre todo porque han superado el encarcelamiento mental de las definiciones de frontera y país. Por ello, pensar en fiscalidad y tributación a escala local es, en mi opinión, algo erróneo e incluso anticuado y desfasado.

Las herramientas con las que contamos son la clave para poder encarar con garantías la globalización. Perdónenme la comparación, pero no podemos salir al mundo con palos y piedras como si se tratase del paleolítico cuando todos a nuestro alrededor llevan espadas láser.

En cuanto a la educación, creo que se ha abordado de forma más valiente la sensibilidad al cambio y a analizar los retos de la globalización. El sector educativo ha comenzado a reaccionar y se está reinventado en este mundo globalizado. Con esto no me refiero al programa Erasmus, que es un punto y aparte y cuyos resultados son más carnales y lúdicos, por decirlo así.  Me refiero al diseño de nuevos planes de estudio que incorporan la idea de globalización y las nuevas tecnologías en todos los niveles. Los idiomas (en plural) se están empezando a concebir como obligatorios por necesidad. Pese al retraso en la aplicación, la informática avanzada, los lenguajes de programación, la capacidad de aprendizaje autónomo y el trabajo en línea con otras universidades deberían ser indispensables y sumamente necesarios en el ciclo formativo. De hecho, tendrían que introducirse en el nivel de educación preescolar.

La mayoría de estudios actuales deberían adaptarse tanto a la globalización como a las nuevas tecnologías. En el futuro no podrá entenderse un abogado sin conocimientos de informática avanzada ni un ingeniero o médico sin un nivel excelente de, como mínimo, otros dos idiomas, además del catalán y el castellano. Tiene que haber nuevas asignaturas, nuevas formas de enseñar y nuevas formas de aprendizaje.

Aquí debo admitir que, como docente, estoy aprendiendo mucho de la nueva forma de trabajar de mis alumnos. Reconozco que se me hace extraño hablar en un aula en la que no veo caras, sino partes posteriores de portátiles, llenas de manzanitas blancas y pegatinas que decoran los ordenadores. Mientras explico, ellos escriben, contrastan en internet lo que he dicho, comparten documentos i, evidentemente, algunos están en las redes o viendo alguna serie online. Son nuevos tiempos, la información fluye libre y sin control y la educación debe crear personas con criterio y capacidad crítica para saber interpretar y comprender toda la información global. Mientras se explica una lección, los alumnos pueden estar contrastando lo que se dice con la conferencia de un premio Nobel en el MIT de Boston. De eso se trata la globalización.

La globalización ya está entre nosotros y hace tiempo que nos afecta. El principal reto es tomar conciencia a nivel individual (lo más complicado) y también colectivo y empezar a pensar cómo la afrontamos en todos los ámbitos de nuestra vida y nuestra sociedad. No puedo dejar de pensar que, dentro de unos años, nuestros hijos o nuestros nietos pensarán en nosotros con una sonrisa de condescendencia y se preguntarán cómo vivíamos en esta época, de la misma manera que yo me lo he preguntado alguna vez sobre mis abuelos. En resumen, evolución y globalización deben ir de la mano.

Albert Sagués

Albert Sagués

Profesor de Fiscalidad, UPF Barcelona School of Management

https://patrimonia.bsm.upf.edu/author/albert-sagues/

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