15 Transformación educativa

11.03.2019

Amar lo que haces

Toni Aira

Que la universidad no explica suficientemente “el mundo real” es una crítica recurrente que, como tantas cosas en la vida, no por inexacta deja de tener igualmente una parte de razón. Con todo, al diagnóstico parcialmente acertado no se le puede responder con una terapia igualmente imprecisa, como lo sería detenerse en aquello de “pasar de la teoría a la práctica”. Porque no es cuestión de pasar de una a la otra sino de que ambos conceptos den pasos, anden y avancen juntos. Antes, si es posible, pero obligatoriamente durante y después de la etapa académica.

El debate, ciertamente, se lleva a rastras desde hace muchos años, y yo, como propuesta para procurar no encallarnos en él, pero también como propuesta parcial a la solución de lo que se percibe claramente como una carencia del sistema educativo superior, propongo una apuesta que a la vez es un homenaje a una película: Reality bites.

Este, “Bocados de realidad”, era el título de un filme icónico (1994) y que pretendía ser explicativo de una generación X que ha sido claramente desplazada como caso de estudio y de interés por unos mileniales y una generación Z más actuales. Pero la técnica para pinchar a las generaciones que se están formando en el presente pasa exactamente por los “bocados de realidad”. Y esto, en fondo y forma, para conectar con el alumnado. Y también, por ejemplo, teniendo presente (y aplicando) que en el aula (o en este mismo artículo), para procurar transmitir de forma lo bastante inteligible lo que queremos hacer entendedor, primero debemos pensar en lo que los receptores de la información entienden y en lo que les puede despertar algún tipo de emoción o de reacción que los impulse a conectarse. ¿Que esto implica tirar de redes, de referentes youtubers, de salidas profesionales o de ejemplos cotidianos, más que de películas de cuando no habían ni nacido? Pues se hace. Sin que necesariamente una cosa excluya la otra. Y esto, como las propias generaciones actuales, realizando una combinación en la que parezca realmente imposible separar oficio y pasión. Ejemplificando con teoría y práctica, desde la docencia universitaria, la necesidad que sabemos y que palpamos que existe entre unos nuevos profesionales que deben sentir una conexión emocional con lo que hacen. Porque, si no es así, directamente no se pondrán manos a la obra a no ser que el contexto les obligue. Y hace mucho que pasaron los tiempos de “la letra con sangre entra”. Lo sabemos. Pero, ¿lo sentimos lo suficientemente? Teoría y práctica aplicadas, necesitamos. Para empezar en esto, como fundamento de todo lo que vendrá después, en el aula y en el mundo laboral.

Y, en resumidas cuentas, un factor clave, el tiempo, y especialmente su gestión, nos puede marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso de la empresa. Me explico. Al quien fue primer ministro británico Winston Churchill, le atribuyen muchos aforismos. Yo tiraré de uno de ellos para relacionarlo con el argumento de este artículo: “El tiempo es más importante en política que en gramática”. Resumiendo: la gestión eficaz de los ritmos a menudo marca la suerte de la mayoría de proyectos. Y no solo en política, evidentemente. Yo tuneo la frase (apócrifa o no) de Churchill, y la aplico al ámbito universitario. Aquí también el tiempo es más importante que en gramática. Por la necesidad de adaptar la praxis a él, con un fundamento que afortunadamente puede sobrevivir varias épocas.

La cita que transcribiré ahora no es de una persona tan conocida como Churchill. No para el común de los mortales, sí para mí. Y es que tiraré de uno de mis abuelos para rematar mi tesis sobre la necesidad de poner alma en las aulas con voluntad de surfear las olas de nuestros tiempos líquidos. Él, que incluso siendo muy mayor hacía mil y una cosas (la mayoría de ellas muy bien, por cierto), cuando yo le había preguntado en alguna ocasión cómo se las apañaba, cómo podía con todo y de dónde sacaba el tiempo, me había contestado con burla: “Yo no tengo tiempo, como todo el mundo, pero pasa que yo no tengo prisa”.

Equilicuá. Como la universidad. No hay tiempo que perder, vive estresada porque quienes la formamos, todos, vivimos tiempos estresados, cambiantes, procrastinados y compulsivos, pero al mismo tiempo es una institución milenaria y con voluntad de perdurabilidad, que se puede permitir ciertos pequeños placeres que la empresa u otras instituciones no tienen a su alcance. Puede detenerse a pensar. Más aún, va en el ADN la reflexión sobre el qué, el cómo, el quién, el cuándo y el por qué. Y es por eso que en instituciones como la BSM-Universidad Pompeu Fabra, nos atrevemos a pensar, a innovar y a sentir, de punta a punta del edificio madre, y más allá de estas paredes. Por eso las aulas han empezado a mutar, la docencia va abriéndose en canal (y en canales) y el sentimiento de pertenencia a una familia que suma personal, profesores y alumnos, es más marcado que en otros rincones de nuestra ciudad. Y esto se aplica sin prisa, pero sin pausa. Dejando volar la imaginación, pero con método. Poniendo talento, y a la vez mucho sentimiento. Amando lo que hacemos. Transmitiéndolo. Contagiándolo.

Toni Aira

Toni Aira

Codirector del Máster en Comunicación Política e Institucional

http://www.toniaira.cat/es/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. * Campos obligatorios


Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>

* Campos obligatorios