03 El Estado del Bienestar

11.02.2014

Sin el corazón, la persona no está nunca presente

Carlos Casanova

Los seres humanos nacemos con diferentes niveles de evolución respecto a las tres capacidades primigenias que disponemos: pensar, sentir, y actuar, y si bien alguna prevalece, es muy recomendable fomentar en la educación el desarrollo y un cierto equilibrio de todas ellas para una vida óptima. Pienso además, que todos venimos con un reto muy claro que debemos afrontar, que es aquel que nos posiciona en muchas situaciones a elegir entre lo moral y lo inmoral, y que en cierto aspecto, nuestra libertad interior será posible cuando hayamos conquistado la moralidad en todas nuestras acciones. Y debemos tener en cuenta que esta elección debe forjarse desde el sentir, ya que es la capacidad que nos permite generar entre otros aspectos, la empatía necesaria con los seres con los que interactuamos. Si bien cabe decir, que la cultura y la situación concreta tienen mucho peso en la decisión final.

Bajo esta mirada parece lógico pensar que la sana evolución colectiva e individual, dependa de que la clase dirigente y la sociedad civil, fomenten por un lado mediante la educación y la cultura, el desarrollo equilibrado de estas potencialidades, y por otro, la complementariedad de las personas en los ámbitos político, jurídico, económico y social.

Sin embargo, nuestra realidad es muy distinta. Históricamente la capacidad de SENTIR que se desarrolla mediante aspectos como la inteligencia emocional, las capacidades artísticas o el respeto por los valores humanos, ha quedado relegada a un tercer plano, y es todavía hoy, la asignatura pendiente y la dimensión desconocida por muchos individuos, entre los cuales se halla buena parte del sexo masculino. Y si no, que le pregunten a las mujeres por la dificultad de sus parejas en comunicar sus sentimientos.
Hoy existe una evidente descompensación entre el desarrollo intelectual y tecnológico generado, y el profundo subdesarrollo moral que nos invade, y debemos recordar, que es el sentir femenino aquello que protege la vida engendrada, y lo que permite junto con lo masculino, el bienestar y el desarrollo hasta la etapa de la independencia de la nueva vida. Sin esa capacidad, la raza humana difícilmente habría sobrevivido tanto tiempo.

El estado del bienestar equivale en cierta manera a esa protección generada en el entorno familiar, pero a una escala mayor, la social, que requiere recursos estructurales para generar su prosperidad, y también para afrontar las dificultades que surgen diariamente en lo más valioso de una nación: las personas que la componen. Por tanto, es un elemento imprescindible, y también un derecho que debe ser atendido con calidad, pues su existencia deriva de las aportaciones de los particulares. Y para que sea justo, saludable y libre de abusos, debería considerarse como inevitable la existencia de una educación moral de calidad para los individuos y el gobierno, que permitiera el rigor en los hechos mediante el pensar, y la ternura con las personas a través del sentir. Aspecto este último, que nos indicaría la existencia del vínculo emocional sano e indispensable entre gobernantes y gobernados.
Sin embargo y por desgracia nuestro país está dirigido desde hace años e indistintamente de orientaciones en lo político, por una clase económica, financiera y política (neoliberal y masculina en buena parte), que funciona mediante los sentimientos de clase con honrosas excepciones, que la ha conducido hacia la inmoralidad y a gobernar a los demás mediante el miedo, el odio y la mentira. Seguramente una educación no adecuada o incompleta en el sentir ha impedido la generación del vínculo emocional necesario para la buena marcha del país, generando una sociedad enferma de vanidad, codicia y egoísmo, que se muestra claramente en el proceso actual de desmantelamiento de la democracia y del estado del bienestar que pone en jaque a la clase media. (Recomiendo la lectura de “El Informe Lugano II” de Susan George, para conocer el detalle del proceso de desmantelamiento, así como el informe, “El marcador del desarrollo, 1960 ‐ 2010: ¿Cerrando la brecha? del Center for Economic and Policy Research (CEPR), que nos aporta luz sobre las consecuencias de 20 años de política neoliberal en el mundo).

Y dado que el modelo actual se desmantela con la excusa de la crisis, todo apunta a que desaparecerá por inviable e insostenible si no existe freno alguno al saqueo de las arcas públicas. Si a ello le añadimos la baja calidad educativa recibida por muchos, la futura LOMCE, y los múltiples factores simultáneos que deben afrontar muchas personas (contaminación, stress laboral, desempleo, familia desestructurada, entretenimiento masivo, marketing agresivo, sesgo informativo, la sutil figura del Lazarillo de Tormes, el dogma de la supervivencia generado por la impostura científica de Darwin, etc, etc, etc…), es evidente que muchos no serán capaces de gestionar su propio bienestar en el futuro como tampoco lo eran hace unos años, y que se producirá como consecuencia de todo ello un aumento de los niveles de la exclusión social, del hambre, y de las enfermedades. A no ser, que el corazón de los gobernantes se ablande en algún momento y permita que modifiquen a la baja el coeficiente de Gini, que mide las desigualdades en los ingresos.

Sin embargo y a pesar de todo lo expuesto, me consta un cambio de paradigma incipiente y positivo en algunos ámbitos, como la psiconeuroinmunología en la medicina, el concepto “CO” empresarial, unas nuevas generaciones más sensibilizadas, y la existencia de muchas personas maravillosas capaces de ayudar y de salir adelante, utilizando la crisis como palanca de cambio social y profesional.
Finalmente quisiera apuntar que para la existencia de una sociedad sana, se requiere la entrega de lo mejor de uno mismo sin condiciones, así como la capacidad de acoger la virtud de los demás obviando lo negativo; para lo cual se precisa sin más dilaciones, una nueva educación centrada en el desarrollo y el liderazgo personal, y orientada a la indispensable renovación social.

“La Educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” (Nelson Mandela)

Carlos Casanova

Carlos Casanova

Arquitecto y MBA por la Barcelona School of Management

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