15 Transformación educativa

11.03.2019

De la responsabilidad de enseñar a la responsabilidad de aprender

Luz Parrondo

Innovación y transformación son dos términos que están muy de moda y que tienen el peligro de perder fuerza por un uso excesivo. Exactamente igual que les pasa a los grandes éxitos musicales del verano. Todo el mundo en estos días se esfuerza por ser innovador, promete transformación, o alienta a otros a ser ambas cosas. Pero si lo piensas, se usa en exceso por una razón. Son palabras que denotan cambio y evolución, pilares fundamentales en el desarrollo de la humanidad.

Pero, ¿qué significa ser innovador o transformador en la educación? Muchos somos los que con frecuencia recurrimos a grandes pensadores, filósofos o expertos para buscar la respuesta a esta pregunta y nos olvidamos de preguntar a los protagonistas del futuro, nuestros estudiantes. Para escribir este artículo, hice una encuesta entre mis estudiantes de máster y grado. Les pregunté qué significa innovación en la educación. La respuesta casi unánime fue que innovación significa mejorar. Los profesores, las clases y el plan de estudios deben ser flexibles, y adaptarse a las inquietudes y necesidades del momento y de cada individuo. Se ha de incentivar la participación activa y el pensamiento crítico. Necesitamos despertar su curiosidad y encontrar maneras de mantenerlos interesados. Y finalmente, hemos de procurarles las herramientas que los harán productivos en sus futuras carreras. Perfecto. Ya sabemos qué hemos de hacer, ahora sólo falta saber cómo. Cómo implementamos la flexibilidad, cómo incentivamos el pensamiento crítico y la acción, cómo les hacemos productivos.

Son muchas las instituciones, incluidas la BSM, que están flexibilizando sus planes de estudio, haciendo más plásticas y permeables las trayectorias educativas. Es evidente que aún queda camino por recorrer, pero parece que estamos en la dirección correcta.

Por otro lado, fomentar en los estudiantes una actitud activa en la emisión de conocimiento y no pasiva en la recepción del mismo es, a mi entender, el gran reto al que estudiantes y docentes nos enfrentamos. Tanto unos como otros pecamos de refugiarnos en la comodidad. Es más cómodo y sencillo para un profesor preparar una clase lo más estructurada y pautada posible, para evitar conflictos, confusiones o desincentivos. Esto conlleva en el peor de los caso leer diapositivas de Power Point, a las que los estudiantes tienen acceso online, y en el mejor de los casos, mostrarles fórmulas predeterminadas que identifican, analizan y resuelven diferentes situaciones o problemas prediseñados. Lo más cómodo y sencillo para un estudiante en el peor de los casos es no asistir a clase y en el mejor de los casos escuchar pasivamente y tomar apuntes. Para romper esta dinámica y transformar el modelo educativo, el reto del profesor reside en aceptar cierta deriva “controlada” y pasar parte de la responsabilidad del aprendizaje al estudiante, transformándose de profesor-emisor a profesor-facilitador. El reto del alumno está en asumir esa responsabilidad y pasar de ser el estudiante-receptor a ser el estudiante-emisor.

La educación no se basa tanto en la acción de enseñar, sino en la acción de aprender. Para ello debemos traspasar la responsabilidad de una parte importante de la carga docente al estudiante. Quizás pueda parecer que de esta forma el trabajo del profesor y de las instituciones se simplifica, pero nada más alejado de la realidad. Es sencillo si se ejecuta de forma incorrecta, pero hacerlo de forma útil, efectiva y rigurosa implica un gran esfuerzo tanto por parte del alumno como por parte del profesor y las instituciones.

Desde la perspectiva del docente, debemos aceptar al estudiante como interlocutor y emisor válido. La transición de un modelo de estudiante pasivo a estudiante activo, requiere un acto de confianza que ha de iniciarse en el extremo del docente. Hasta el momento no les hemos dado esa responsabilidad y empezar a hacerlo resulta complejo. “Cómo van a llevar parte de la carga lectiva si no se preparan, no estudian, no se explican bien…”. Estos temores son legítimos. Pero si hemos de transformar la educación, hemos de romper con los esquemas preconcebidos, siempre dentro de un contexto de efectividad y rigurosidad. Los docentes hemos de asumir el papel de líderes que saben delegar sin perder el control, asegurando la calidad y el rigor que la sociedad demanda y necesita.

Con el simple (y a la vez complejo) hecho de traspasar la responsabilidad, incentivamos al estudiante en la toma de decisiones, en la proactividad a la hora de resolver situaciones con sus propios recursos y les empoderamos en la acción.

Debemos, a su vez, incentivarles el pensamiento crítico. Para ello darles las herramientas necesarias para razonar y cuestionar diferentes alternativas ante una situación o área de conocimiento. Este abanico de enfoques incrementa la complejidad para la gestión del docente. El reto por lo tanto se incrementa. Hemos de traspasar responsabilidad, incentivar la dispersión, y todo ello dentro del control y del rigor académico.

Este es el verdadero reto del sistema educativo. El reto no reside en incorporar nuevas tecnologías en las aulas. Incorporar tecnologías que puedan facilitar esta trasferencia de responsabilidad es un reto menor. Hemos de establecer las bases del modelo inter-relacional, en la que la exigencia, el rigor y la acción se compartan y se incentiven bidireccionalmente: desde el estudiante al profesor y desde el profesor al estudiante.

Luz Parrondo

Luz Parrondo

Directora del Postgrado en Blockchain y otras Tecnologías DLT

http://www.luzparrondo.com/es

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