‘Cultura’ entendida como estratos de conocimiento

El Oráculo manual y arte de prudencia (1647) del jesuita Baltasar Gracián, clásico entre los clásicos de la literatura española y uno de los libros más conocidos y prestigiosos del pensamiento universal, traducido como The art of worldly wisdom: a pocket oracle y publicado en 1992 por Doubleday en Nueva York como manual para ejecutivos de empresa, alcanzó cifras de ventas inimaginables, por encima de los cien mil ejemplares, estuvo en la lista del New York Times de los best sellers más vendidos y se convirtió en lectura imprescindible para yuppies, directivos, brokers y toda suerte de empleados de perfil alto. No era precisamente ese el target de lector del bueno de Don Baltasar, pero la enjundia de sus argumentos y el talento de su pensamiento pudo más que la muy lejana fecha de concepción de su libro y que el hecho de que fuera concebido en otro idioma y en el seno de una cultura exótica, con el Atlántico de por medio, a la de los actuales EEUU. Queremos que otro clásico, Bartleby el escribiente (1853) de Herman Melville, no solo cumpla con las expectativas del lector literario o del ciudadano avezado en las letras o ávido de lecturas eruditas; queremos que satisfaga las del lector curioso y deseoso de dejarse seducir por las incógnitas que le pueda plantear cualquier reto intelectual, con independencia de qué sector profesional o de qué contexto cultural haya elegido o le sirva de marco. Seduce pensar cómo le aprovechará el espléndido libro de Melville a un estudiante de management de la Universitat Pompeu Fabra en la Barcelona School of Management; a un estudiante de diseño gráfico en Elisava, a quien se forma en comercio internacional en la ESCI o a aquel que devendrá ingeniero o profesional de la medicina, o quiere consagrar su tiempo a la escritura creativa, el derecho constitucional, la comunicación corporativa o la industria editorial del libro y los contenidos.

La Universitat Pompeu Fabra ha apostado siempre por añadir cultura a la enseñanza, por enriquecer con experiencias gratificantes, reconfortantes, desde cualquier perspectiva intelectual, la transmisión de conocimiento y asimismo la formación de su comunidad universitaria: en definitiva, atrapar a quienes trabajan o estudian en ella en la muy feliz jaula del reto intelectual y la fruición cultural. La literatura no le pertenece al hombre de letras como el arte no es propiedad del artista. La economía no se limita al ámbito económico como el derecho o la historia son patrimonio de la humanidad. Sabemos que no todo es cultura tanto como que la cultura no deber ser excluyente sino cómplice, y la Universitat Pompeu Fabra desea que las artes escénicas y las plásticas, la literatura y la arquitectura, la música y cualquier manifestación imaginable de la sensibilidad humana formen parte de la vida universitaria más allá de los bienintencionados deseos retóricos. Newton junto a Borges y Wagner con Molière. Kafka en forma de cómic y Verdi como ópera rock. El ADN como escultura y la política expuesta en las pintadas del muro de Berlín. ‘Cultura’ entendida de forma a un tiempo laxa y rigurosa, sin sinonimia con ‘elitismo’ ni necesidad de engolamiento. ‘Cultura’ entendida como estratos de conocimiento que benefician la formación integral del ser humano, como acervo que contribuye a que toda formación profesional resulte más sólida y luzca más.

Tal vez acertara André Maurois cuando concluyó que “cultura es lo que queda después de haber olvidado lo que se aprendió ”. No olvidarás lo aprendido aquí y tendrás todo lo que habrás ganado por si la memoria te hubiese traicionado.

*Este artículo fue escrito para el libro ‘Bartleby, el escribiente’ de Herman Melville editado por la UPF Barcelona School of Management.