13 Educación y Cultura

27.03.2018

La cultura: estructura y filtro de las ideas

Jorge Carrión

¿De dónde vienen las ideas? Del cerebro. De la memoria. Del remix que hace nuestro cerebro con elementos de sí mismo, de nuestra memoria. ¿De dónde vienen las ideas, por tanto? De la experiencia. De la lectura. De cómo leemos nuestra propia experiencia, que en gran parte es lectura. ¿Lectura de qué? De textos literarios e informativos, de discursos audiovisuales, de publicidad, de redes sociales, de conversaciones y podcasts, de absolutamente todo lo que nos rodea.

La cultura de una persona es sobre todo un sistema de categorización y ordenación de lo que ha leído, para que le sea útil en lo que está viviendo. Mientras más hayamos estudiado, es decir, leído con atención, mayor capacidad tendremos de integrar cada nuevo texto, cada nueva imagen, cada nuevo discurso texto-visual, en un esquema mayor, en un sistema de procesamiento crítico, en una biblioteca o archivo personal con criterios que priorizan o cuestionan o descartan. La cultura, por tanto, no es tanto saber cómo saber cómo hay que saber lo que estamos sabiendo.

Y cuanto más has leído y visto, en cualquier lenguaje, en cualquier contexto, si has construido esa red sólida en que ir insertando tanto conocimiento líquido, aumenta la velocidad con que eres capaz de procesar los nuevos datos. Y esa velocidad, que depende directamente de tu nivel cultural, es fundamental en una sociedad en que la información fluye y se multiplica a un ritmo vertiginoso, de crecimiento exponencial. La cultura general bien digerida te proporciona criterios de verdad y de mentira. Te enseña vías de acceso a información de calidad. Te recuerda la importancia de la solvencia de las fuentes. Incrementa tu capacidad de expresión oral y escrita. Te permite cuestionar tópicos, lugares comunes, hechos alternativos, noticias falsas, prejuicios, manipulaciones. Te activa como ciudadano. Te da herramientas de defensa y de juicio como sujeto político. No sólo te hace más eficaz profesionalmente, también un poco más libre. No mucho, pero esa franja puede marcar la diferencia.

Pongamos como ejemplo Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, un clásico de cuya publicación se cumplen ahora 200 siglos. ¿Cómo fue posible que una chica tímida de dieciocho años fuera capaz de escribir semejante novela? Sin duda: porque era brillante. Pero también porque era hija de Mary Wollstonecraft, escritora y pionera del feminismo; y de Godwin, editor ilustrador. Porque en su infancia pudo escuchar a Coleridge mientras recitaba su Oda del viejo marinero. Porque en el momento de engendrar a Frankenstein era esposa del poeta Percy B. Shelley. Porque ambos leyeron juntos Mary, la primera novela de la madre de ella. Porque viajaron y se nutrieron no sólo de lecturas, sino también de encuentros y paisajes. Porque viajaron y generaron, con Lord Byron y otros escritores, el entorno creativo ideal para la escritura original, lejos del control de la patria, con distancia crítica, imprescindible para rebatir las ideas recibidas, para interrogar la mismísima idea de dios padre y de hijo natural. Sin duda, en fin: porque era brillante y culta y se sentía libre.

Tenemos que trabajar a diario para construir esa cultura que nos haga creativos y nos dé espacios de libertad.

Jorge Carrión

Jorge Carrión

Director del Máster en Creación Literaria

http://jorgecarrion.me/

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