La primera vez que pisé tierra China fue el 2008. Fue un viaje de exploración del Tibet y Nepal. Y más allá de quedar maravillada por los paisajes del Himalaya, los coloridos templos budistas y la grandeza en valores de la cultura tibetana, empecé a vislumbrar el poder de la globalización y el impacto en esos parajes remotos.
Quién le iba a decir al Dalai Dama que, delante del Palacio de Potala, existirían alguna vez bloques de pisos, brillantes anuncios de neón e infinidad de hoteles para turistas. O qué paseando por Lhasa, la capital con una altitud de 3650 metros y una de las ciudades más altas del mundo, la oferta de comercio made in China estaría a la vuelta de la esquina. Sin duda un ejemplo que muestra los síntomas de la era de la globalización que afectan a todo el mundo y que desdibujan las fronteras culturales, políticas y económicas por dónde nos movemos.
En los últimos años el crecimiento de China se ha mantenido en el 8% anual, que según el FMI le coloca como la mayor economía del mundo. ¿Cómo ha conseguido sumarse a lo que muchos llaman la cuarta revolución industrial?. ¿Qué estrategia ha seguido el gobierno chino para tener uno de los crecimientos más rápidos jamás vistos?.
He tenido la oportunidad de participar en el programa Doing Business in China de la UPF Barcelona School of Management conjuntamente con Fudan University. Una semana de formación en Shanghai para entender de primera mano la realidad que acontece en Asia en el contexto global.
Los primeros intentos de industrialización de la mano Mao ZeDong fueron catastróficos. En los años 70 China se abrió al mundo adaptando algunos mecanismos de mercado. El gobierno creó regiones especiales para promocionar la inversión extranjera. Esto provocó la atracción de capital europeo y norteamericano por la mano de obra barata china. Ya en 1990 millones de chinos estaban fabricando para el resto del mundo. Hoy China es nº 1 en la producción de 220 categorías de productos:
- 90% de los equipos de DVD del mundo
- 80% de los microondas
- 80% de los portátiles
- 75% de los cepillos de dientes
- 70% de los aparatos de aire acondicionado
- 60% de las TV de color
- 60% de los móviles
Es el mayor exportador mundial y el mayor fabricante de vehículos del mundo. Esto convierte a China en el país de más rápido crecimiento económico en el mundo desde la década de 1980, con un promedio de crecimiento anual del 10% en los últimos 36 años.
La estrategia responde al lema “Una China “: un entorno empresarial único, entusiasmo hacia la educación con foco en el capital humano, un deseo único de crecimiento, proporcionando momentos de crecimiento y expansión y, por último, un único mercado económico, con fuerte intervención del gobierno.
Todo esto pasando por enriquecer a una parte de la población de forma rápida y que permita así el crecimiento de toda la nación. En 2018 la zona este del país supone 64% del GDP total del 54% de los 1.3 billones chinos. La magnitud del crecimiento de la clase media de China está transformando a la nación.
Podríamos cuestionarnos si un modelo intervencionista del gobierno es o no la mejor opción para conseguir sumarse a la era de la globalización, qué ha supuesto la focalización en el enriquecimiento de una parte de la población de forma rápida respecto al 46% de la población que continúa viviendo en estado de pobreza, qué implica en el día a día la política “Una China” respeto a la atención a la diversidad y las diferencias entre regiones, entre otras cuestiones.
En cualquier caso, cómo proclamó el Presidente de China, Xi Jinping, en el año 2013 el Sueño Chino tiene como meta a corto plazo lograr que en el año 2021, la sociedad china viva al menos modestamente acomodada, y como meta a largo plazo que China se convierta en un país completamente desarrollado para el año 2049. A la vista de los datos podemos afirmar que los avances en el desarrollo han sido impresionantes convirtiéndose en un nuevo gigante económico de la escena internacional y de la era de la globalización. ¿Oportunidad o reto?.
